Hace unos días llegó a mis manos el mp3 de mi querida compi de trabajo (la nunca bien ponderada Srta Nieves), razón por la cual aproveché para llenarlo con algunas de las buenas canciones que guardo en el disco duro de mi ordenata. El caso es que en un alarde de tío con paladar selecto para la buena música, empecé a meter mp3's por aquí y por allá hasta que ya no quedó ni un puto mega libre. Al día siguiente le di su mp3 a mi compi con un gesto altivo y orgulloso, por la sensación de una tarea bien hecha en mi labor de elegir unas canciones tan selectas y dignas de paladares exquisitos. Pero cuál fue mi sorpresa cuando de pronto mi querida compi se puso a escuchar el inicio de cada canción para ver si la resultaban conocidas o si al menos la sonaban. El caso es que de pronto la veo que a...